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viernes, 3 de diciembre de 2010

¿Qué es el Síndrome de la mujer maltratada?

Es cuando frente a los reiterados episodios de violencia y pensando de que la situación no se va a modificar, la mujer se
calla, por temor a que se produzca una agresión aún mayor, hacia ella o hacia sus seres queridos.






¿Cómo nos damos cuenta que una mujer presenta el síndrome de la mujer maltratada?
El síndrome de la mujer maltratada puede manifestarse con síntomas corporales o trastornos psicológicos. Los más frecuentes
son:
a) Angustia, malhumor, depresión, sensación de impotencia, intentos de suicidio e insomnio;
b) Abuso de drogas y trastornos de la alimentación;
c) Molestias en el cuerpo como: dolor abdominal crónico, dolor de cabeza, cansancio, etc. que no mejoran con el tratamiento;
d) Problemas ginecológicos.
Es común que las mujeres maltratadas pidan turno con el médico y falten y, si tienen lesiones físicas provocadas por la
violencia, suelen demorar en buscar ayuda, o bien dar explicaciones vagas acerca de cómo se ocasionaron. Las embarazadas
suelen acudir tardíamente al control prenatal. Las consultas en la guardia son frecuentes.
Habitualmente, el agresor evita que la víctima sea atendida por un mismo médico y la acompaña a la guardia para asegurarse
de que no cuente nada. Estas pacientes están como “anestesiadas” (como si una parte de la persona no sintiera
lo que le está ocurriendo). Por ejemplo: una mujer consulta en repetidas oportunidades por cansancio general, dolores en
todo el cuerpo, etc. y, a partir del interrogatorio del médico, relata, sin signos de tristeza o sufrimiento, cómo su marido a
veces la pellizca o la empuja. Ella dice que así es él, que siempre la ha tratado de ese modo, pero que a ella no le molesta,
“igual, después se le pasa”.
En muchos casos, el maltrato en la mujer sólo es detectado por el sistema de salud cuando la víctima se presenta a la
guardia (o, menos frecuentemente, al consultorio) con heridas graves etc..



Violencia contra la mujer en la pareja

La violencia contra la mujer por parte de su pareja o ex-pareja está generalizada en el mundo dándose en todos los grupos sociales independientemente de su nivel económico, cultural o cualquier otra consideración. Aun siendo de difícil cuantificación, dado que no todos los casos trascienden más allá del ámbito de la pareja, se supone que un elevado número de mujeres sufren o han sufrido este tipo de violencia. Estudios realizados en países por desarrollar arrojan una cifra de maltrato en torno al 20%, encontrándose los índices más bajos en países de Europa, en Estados Unidos, Canadá, Australia y Japón con cifras en torno al 3%.

«Es un hecho que en una relación de pareja la interacción entre sus miembros adopta formas agresivas». En todas las relaciones humanas surgen conflictos y en las relaciones de pareja también. Las discusiones, incluso discusiones acaloradas, pueden formar parte de la relación de pareja. En relaciones de pareja conflictivas pueden surgir peleas y llegar a la agresión física entre ambos. Esto, que podría alcanzar cotas de violencia que serían censurables y perseguibles, formaría parte de las dificultades a las que se enfrentan las parejas. El maltrato nada tiene que ver con esto; en el maltrato el agresor siempre es el mismo: «Por definición, el conflicto es una modalidad relacional que implica reciprocidad y es susceptible de provocar un cambio. Por el contrario, el maltrato, aunque adopte las mismas formas –agresiones verbales y físicas-, es unilateral, siempre es la misma persona la que recibe los golpes».
En la pareja el maltrato es mayoritariamente ejercido por él contra ella. Tiene unas caus

as específicas: los intentos del hombre por dominar a la mujer, la baja estima que determinados hombres tienen de las mujeres; causas que conducen a procurar instaurar una relación de dominio mediante desprecios, amenazas y golpes.
Los rasgos más visibles del maltrato son las palizas y los asesinatos, son los que

trascienden del ámbito de la pareja; sin embargo, los maltratos de «baja intensidad», los maltratos psíquicos que mantenidos en el tiempo socavan la autoestima de la mujer, son los que mayoritariamente se dan.[21] Cuando trasciende un caso de maltratos, la mujer puede llevar años sufriéndolos. Y si los maltratos pueden producirse en cualquier etapa de la historia de la pareja, es en el momento de la ruptura y tras esta, si se produce, cuando llegan a exacerbarse.
Es frecuente tratar el tema de los maltratos como casos individuales, los maltratadores sufrirían una suerte de trastornos que les conducirían a maltratar a la mujer y a ésta, en su fragilidad, a recibir esos maltratos. Esta sería una visión del problema tranquilizadora que no pondría en cuestión el modelo patriarcal.
El modelo psicopatológico explica la violencia como resultado de conductas desviadas propias de ciertos individuos cuya historia personal está caracterizada por una grave perturbación. Este enfoque, al fin y al cabo tranquilizador, habla de un «otro», un «enfermo» o «delincuente», al que, después de examinarlo, se le puede castigar o tratar médicamente. Desde el punto de vista feminista la violencia masculina se percibe como un mecanismo de control social que mantiene la subordinación de las mujeres respecto de los hombres. La violencia contra las mujeres se deriva de un sistema social cuyos valores y representaciones asignan a la mujer el status de sujeto dominado.

Situación emocional de la mujer maltratada

La mujer maltratada, vive situaciones emocionales perturbadoras:
  1. Perdida de la autoestima.
  2. Ambivalencia hacia el maltratador por el que siente miedo, agresividad y amor (durante las remisiones).
  3. Ansiedad de la marcha que conlleva la responsabilidad del fracaso familiar y, en la mayoría de los casos, hacerse cargo de los hijos.
  4. Presiones del medio, que la culpabiliza por su posición de víctima y por el fracaso conyugal, por ejemplo, las amistades presionan para que le abandone, mientras que la madre para que le aguante.
  5. Consecuencias económicas de una marcha.
  6. Ineficiencia de apoyos jurídicos para protegerla y el temor permanente a ser agredida de nuevo por la pareja que sigue persiguiéndola.
Estos son algunos de los aspectos que se viven en una situación de agresión, otros son:

  1. Malestar, incomodidad.
  2. Tristeza.
  3. Vergüenza.
  4. Retraimiento, repliegue sobre sí misma.
  5. Reticencia al intercambio de opiniones, de experiencias, por ejm. en la entrevista.
  6. Tendencia a desvalorizarse y culpabilizarse.
  7. Somatizaciones diversas: depresión, insomnio, consumo exagerado de medicamentos, alcoholismo, problemas digestivos, problemas sexuales, etc…
  8. Actitud temerosa.
  9. Indecisión.
  10. Agresividad desproporcionada hacia los profesionales que le preguntan.
  11. Reacciones de huida.
  12. Prisa.
  13. Aislamiento, deberán afrontar la soledad, pocas mujeres han sido preparadas para vivir ellas mismas, solo se van funcionando ligadas a un hombre.
La mujer maltratada que sale del círculo de la violencia tendrá que recuperar todas las pérdidas emocionales, psicológicas y físicas inherentes a la vivencia de la violencia.

sábado, 27 de noviembre de 2010

No es igual, no da igual...

ROLES

¿Por medio de los cuentos tradicionales educamos bien a los más pequeños?
El cuento preferido es el cuento fantástico, “el cuento de hadas”, suele ser el primer contacto de la infancia con la literatura, pero no se trata de un primer contacto inocente como puede parecer. Las investigaciones nos demuestran el marcado carácter sexista de sus contenidos y de los valores que transmite.
Es fácil de observar a simple vista. El cuento de hadas está estereotipado en los atributos de personajes femeninos y masculinos, las acciones y los rasgos emocionales que se les atribuyen:
·          Ellas siempre esperan, cosen, limpian, lloran
·         Ellos siempre luchan, salvan, rescatan, viajan…
·         El poder del personaje femenino mágico (el hada) radica precisamente en su magia otorgada por algo o por alguien.
·         El poder del personaje masculino mágico (el mago) radica en su sabiduría.
·         La maldad del personaje femenino radica en los celos y en la fealdad.
·         La maldad del personaje masculino radica en su poder (lobo) o en la avaricia (ladrón).
·         Finales que representan la forma más perfecta de existencia deseada: casarse con el príncipe o princesa y convertirse en rey o reina.
·         Las niñas y mujeres se describen como bonitas, dulces, delicadas, pobres, ingenuas, intelectualmente torpes, intuitivas, volubles…
·         Los hombres en general se describen por su valentía o cobardía, astucia, agresividad, eficacia y por sus trabajos o por sus situaciones de poder.
·         Y así podíamos añadir muchísimo más…
Entre todos estos estereotipos, el más usado y por lo tanto el más peligroso en la formación de la identidad de género, tanto del hombre como de la mujer, es la figura del príncipe azul. Es la figura del Kent para la Barbie, o el capitán para Pocahontas, que cuando las chicas llegan a la adolescencia asimilan al cantante, actor o deportista de moda, transformando esos elementos  mágicos de príncipe azul en elementos reales que pude ver en un compañero o un amigo. Un compañero cuya conducta ella podrá cambiar, porque con un beso  provocamos la metamorfosis del feo y asqueroso sapo en el valiente y protector príncipe. Sólo tenemos que amarlo, entregarnos por completo…el amor lo pude todo…
Por el contrario, el príncipe tiene que conquistar, ser valiente, decidido y osado… debe mantener esa conquista “a toda costa”. Por desgracia con este tipo de cuentos se les enseña a los niños a conquistar, y a considerar la conquista como un valor asociado a la hombría: cuantas más conquistas más hombre es. Como consecuencia  se creerán más valorados, tanto por los otros hombres como por las mujeres, ya que una característica de un príncipe azul es ser deseado por el resto de las mujeres.
Es decir, no podemos enseñar a los niños que las brujas son malas, que una buena princesa es cariñosa, sumisa, hermosa o que el príncipe es un héroe valiente. Lo que estamos haciendo es perpetuar los roles clásicos al hombre y a la mujer y eso es lo que aprenden nuestros hijos. Debemos educar en igualdad, y por supuesto eliminar todos aquellos estereotipos en los recursos educativos que se utilizan en la enseñanza, como es en este caso los cuentos.
¿No pueden existir princesas feas, que luchan y son valientes? ¿O príncipes  feos, cobardes, no violentos y que cosen y hacen las laboras del hogar?  Estoy en contra de utilizar los típicos cuentos machistas y estereotipados en la enseñanza de los menores, porque es importante trabajar desde pequeños  la igualdad entre el hombre y la mujer.